No es difícil entender que el daño psicológico que pueden llegar a sufrir los niños, niñas y adolescentes atrapados en estas circunstancias es enorme. Y el riesgo de que nuestros hijos lo puedan llegar a vivir es mayor de lo que pensamos. Según la Agencia Española de Protección de Datos, entre los 14 y 17 años un 97% de usuarios tiene perfil en redes sociales. De esos, uno de cada tres niños acepta solicitudes de personas que no conoce. Otro informe, realizado por Pantallas Amigas, asegura que el 26% de los menores ha recibido solicitudes para enviar fotos suyas a un desconocido, siendo los de 15 a 18 años y las chicas los más expuestos. Es más, según un estudio de UNICEF, el 38% de los adolescentes ha tenido una cita con un extraño al que ha conocido a través de Internet.
En definitiva, la fluidez de la comunicación en la red, la accesibilidad instantánea a los menores, el anonimato, la dificultad para la supervisión parental de la vida digital y la facilidad para operar desde la distancia facilitan que los pederastas vean en internet un contexto y una herramienta para perpetrar su acoso. El estudio Estrategias de persuasión en grooming online de menores: un análisis cualitativo con agresores en prisión, realizado por Patricia de Santiesteban y Manuel Gámez-Guadix en la Universidad Autónoma de Madrid analizando la conducta de 12 hombres condenados en prisiones españolas por delitos sexuales contra menores con los que tuvieron contacto en internet, así lo atestigua. La investigación deja claro que las principales tácticas de los acosadores son el engaño, la corrupción (sobre todo, ofreciendo dinero), la manipulación para conseguir la implicación activa del menor y, por último, la agresión para conseguir tener relaciones sexuales ya sean de forma online u offline. En el peor de los casos, el groomer podría buscar también ejercer en un futuro la explotación sexual y prostitución de su víctima.
Ante esta situación, la pregunta inmediata es ¿cómo podemos saber si están abusando de nuestros hijos en las redes sociales? Es importante recordar que en un contexto de vida familiar normal –en la que no se esté haciendo frente a una pérdida, una ruptura familiar u otros tipos de problemas clásicos de la adolescencia– existen señales que pueden servir de alerta.
Ciertas conductas que, si aparecen de forma repentina y en un espacio corto de tiempo, podrían indicar un posible abuso. Estas cinco son habituales:
- El menor se vuelve introvertido o esquivo. Teme ser preguntado o que sus padres noten que sucede algo raro.
- Se encierra con frecuencia y durante bastante tiempo en su habitación o en el baño.
- Se conecta con su smartphone u ordenador cuando el resto de la familia ya está durmiendo. Es frecuente que lo haga siempre a la misma hora.
- Tiene objetos o ropa que nosotros no le hemos comprado. Esto podría deberse a que algunos acosadores hacen regalos para generar sentimiento de deuda o para ganarse al menor cumpliendo sus caprichos.
- Llega a enfermar, desarrollando problemas para conciliar el sueño, falta de apetito y otras manifestaciones psicosomáticas como dolores de estómago, de cabeza, afecciones en la piel…
Para evitar que estas situaciones lleguen a producirse, la educación y el diálogo entre los menores y sus padres o tutores juegan un papel primordial. Y ese es justo el objetivo de iniciativas como Por un uso Love de la Tecnología, con la que Orange pretende concienciar a niños y mayores sobre la importancia de usar de forma segura las nuevas tecnologías, poniendo el foco ésta vez en el ciberacoso sexual. Las consecuencias de este pueden ser de diferente gravedad dependiendo del alcance del delito, aunque en cualquier caso, el riesgo de daños para el menor es alto.
En un entorno de grooming, las víctimas tienden a ocultar las consecuencias por sentimientos de vergüenza o culpabilidad. Pueden incluso “pensar que la relación que mantienen con el agresor es real, y no ser conscientes de que están siendo o han sido víctimas de un abuso”, como explican desde el portal divulgativo is4k.es. Además del sufrimiento por el propio acoso y/o la agresión sexual, entre las consecuencias psicológicas más habituales aparecen la ansiedad y la depresión, presentándose secuelas muy diversas en función del abuso, su duración y el apoyo recibido. Y, cómo no, problemas derivados en el rendimiento académico –disminución de la concentración–, la sociabilidad –reflejada en la pérdida de amistades– y la afectividad, con daños a su autoestima y la confianza en sí mismo.
Por ello, es necesario recordar la importancia de que los padres validen el entorno digital de sus hijos. Para prevenir, en la medida de lo posible, la acción de los acosadores, es recomendable insistir a los menores en que deben proteger la privacidad de sus dispositivos y de sus cuentas. Hay que ayudarles a establecer contraseñas seguras, usar antivirus y programas para proteger su información. Como filtro, puede resultar útil instalar sistemas de control parental en los dispositivos que utilizan sus hijos, en especial aquellos que impiden el acceso a sitios inapropiados. Además, en función de la edad que tengan, deberá tener acceso directo al terminal que utilizan sus hijos.
Periódico Digital ABC