En este contexto, tanto los despachos de abogados como las asesorías jurídicas de las compañías toman conciencia de que sus tareas, procesos y clientes plantean retos e interrogantes que las respuestas tradicionales no podrán descifrar.
Los expertos coinciden en que, por su propia naturaleza, la regulación progresa a un ritmo más lento que la innovación. De esta manera, el avance de la legislación se mantiene siempre por detrás de los cambios tecnológicos y sociales más disruptivos. Esta doble velocidad puede desembocar en un conflicto entre la normativa y la necesidad que tienen las compañías de desarrollar y sacar el máximo partido de las nuevas tecnologías, cuyo impacto repercute de forma casi inmediata en la sociedad.
REGULACIÓN
Aunque ciertos principios deben mantenerse firmes a pesar de la innovación, determinadas leyes han de perfeccionarse de la mano de la última tecnología. "Internet y el uso de la inteligencia artificial deben ser regulados por normas modernas: es necesario actualizar el marco jurídico a nivel global", resalta Gabriel López Serrano, director de asuntos regulatorios de Microsoft. A partir de esta convicción, la dificultad estriba en determinar qué tipo de normas son las más adecuadas, si las que anteponen la libertad del individuo o aquellas que dan prioridad a lo social. En este sentido, López Serrano subraya que, en materia de privacidad, el modelo europeo se ha convertido en el estándar internacional.
En la misma línea, Christoph Steck, director de políticas públicas e Internet de Telefónica, añade que "Europa es líder mundial en la regulación digital". En los próximos años, las nuevas tecnologías aumentarán su impacto en los entornos laborales y en la sociedad, hasta el punto de que la cuestión deberá afrontarse desde el ámbito político y regulatorio. Así, Steck asegura que "necesitamos una legislación modernizada y un nuevo pacto digital basado en las personas y los valores existentes: no tenemos que reinventarlos sino aplicarlos al nuevo entorno".
Los últimos años han sido los del auge de los programas de compliance, que se han erigido en una alternativa para cristalizar la responsabilidad de las compañías en el cumplimiento normativo y la prevención de riesgos. "El problema es que no siempre obtienen el resultado perseguido y son una carga burocrática significativa: el modelo de compliance debe enfocarse más en definir lo ético que en regular los propios procesos", considera Blanca Escribano, socia responsable de Digital Law de EY Abogados.
Por otra parte, en el sector financiero, la transformación tecnológica ha traído consigo la entrada de nuevos competidores como las fintech o las big tech. Estas corporaciones, que ya han accedido al mercado, no operan bajo los mismos requisitos que las entidades de banca tradicional. Sobre esta problemática, "es clave que las mismas actividades y riesgos cuenten con las mismas normas y supervisores, de modo que la regulación sea simétrica", manifiesta Ana Jiménez Moltó, directora de la asesoría jurídica de Santander Digital.
En el caso de la industria farmacéutica, la normativa de promoción y publicidad data del año 1994. En el entorno actual, "convivir con ciertas regulaciones limita en gran medida el desarrollo de la industria", argumenta Silvia Martínez, directora del área legal de Bristol-Myers Squibb España. Asimismo, afirma que "dado que existen lagunas jurídicas, hay que recurrir a principios generales y éticos para encontrar una solución a los problemas actuales".
De forma inevitable, afrontar estos entornos cambiantes desde un ordenamiento jurídico antiguo da lugar a obstáculos considerables. En particular, "la situación requiere que el derecho afronte la realidad actual y se debe regular de modo que principios éticos comunes inspiren las normas jurídicas", puntualiza Sabiniano Medrano, socio de EY Abogados.
PROPORCIONALIDAD
En cuanto a los nuevos límites de la responsabilidad frente al consumidor, los expertos indican que la tecnología genera un debate jurídico adicional. Como la cadena de responsabilidad ha ganado en complejidad, se antoja difícil atribuirla sin perjudicar la innovación. "Si se regula esta nueva realidad tecnológica, debe buscarse la proporcionalidad en la carga de responsabilidad que se atribuye a las empresas para no desincentivar la innovación", concreta Blanca Escribano.
Sobre el mismo aspecto, "la legislación de protección del consumidor ha evolucionado, pero requiere que se adapte y se haga extensiva a los nuevos modelos de negocio", según Jiménez Moltó. Por otro lado, "nuestra responsabilidad es continuar trabajando con el regulador para favorecer que puedan existir canales ágiles para facilitar información objetiva, transparente y en tiempo real", aclara Silvia Martínez.
Acerca de los cambios que ha introducido la tecnología, Christoph Steck incide en la capa de datos en el caso de las operadoras de telecomunicaciones. "Resulta necesaria una nueva ética de datos que posibilite que cada persona decida cómo y cuándo se utilizan los suyos", matiza el responsable de Telefónica. Aunque la disponibilidad de los datos se ha multiplicado, "el uso de la tecnología debe ser responsable y estar basado en principios para que no perdamos la confianza del cliente", reconoce Gabriel López Serrano.
Además de esto, los propios profesionales también están expuestos a las modificaciones que provoca la transformación digital. "El cambio tecnológico afecta a todas las profesiones y constituye un reto porque nos obliga a adquirir nuevas habilidades y terminologías", concluye Sabiniano Medrano, socio de EY Abogados.
Periódico Digital Expansión